ONDA BALESTRINI:
Por instrucción de Kirchner,
es el próximo hombre fuerte.
Pampuro (modo de uso)
El estrellato del senador Pampuro, alias El Pepe, mantuvo el atributo de la fugacidad.
Trátase del crédito del Portal. Por su condición invalorable de ganador del Torneo “Tweety Carrario”. Edición Apertura, 2006.
A Pampuro, sin embargo, lo empomaron. Porque Kirchner lo utilizó para después descartarlo. Al arrojar, a Lavagna, hacia el cesto de la historia.
Repasemos. Fue el Pepe quien, inspirado en su sagacidad de intermediador, impulsó aquel fenomenal salto en garrocha de Lavagna.
Gracias al envión, Lavagna saltó. Con el vértigo del vacío, como destino final.
Lavagna clavó la garrocha en Saavedra, a los efectos de elevarse, admirablemente, pese a sus 65 años. Hasta caer en los jardines de Olivos.
A Lavagna le pasó lo mismo que a los exiliados de la novela “El otoño del Patriarca”, de García Márquez. Con su aspecto primaveral, de desocupado en banda, Kirchner, el Patriarca, recibió al derrotado Lavagna. Para desconsuelo del Alberto Fernández, que sólo casualmente no se enteró por el Clarín.
El Patriarca consiguió despojarle a Lavagna, en un truco de tahures, el pequeño caudal acumulado. A cambio del caramelo de madera de una fotografía para especulaciones. Y el protagonismo garantizado entre los comentaristas de la oposición.
Tiempos de reestructuración del peronismo a la carta.
Desde antes del salto de Lavagna, Pampuro venía agrandado. Inflado con levadura triunfal. Por los efectos secundarios de la desarticulación, en Lanús, de Quindimil. El trunco ex-pariente. El suegro que no pudo ser.
Pero Pampuro no supo, infortunadamente, aprovechar aquellos quince minutos de gloria. Aunque fue entrevistado por los miembros estables de “A dos voces”. O por el canónico Morales Solá.
Tampoco Pampuro se atrevió a sostener la tradición organizativa de los congresos peronistas, minuciosamente predigeridos. Confeccionados a medida, por lo general, en Lanús. Podía haberse asignado el rol de anfitrión.
Gargantas del pecaminoso Hotel Intercontinental, el paraíso de las trampas, indican que Pampuro, al mejor estilo Kirchner, arrugó.
Entonces el Congreso enlatado del peronismo bonaerense brindará su función de gala el próximo 22 de febrero, en la localidad casi homónima. Tres de Febrero, los pagos de Curto, el incipiente Zurdito. Caudillo de los pocos feudos carentes de riesgos, enclavado en la Primera Sección electoral.
Hotel Intercontinental
En su condición de armador, El Chueco, alias Mazzón, presenta mayores similitudes con el sigiloso Coti Nosiglia, que con el popularmente desenvuelto Julio Mera Figueroa.
Gargantas del hotel de los amantes furtivos señalan que El Chueco se dedica a caminar el territorio, sustancialmente complejo, de la provincia de Buenos Aires. La provincia tomada.
Con frecuencia, Mazzón recorre los distritos desde un reservado del Intercontinental. Puntea congresales, baraja selectivamente referentes, con una indicación precisa. La instrucción es de Kirchner. Cerrar filas detrás del compañero Balestrini. El nuevo hombre fuerte, hoy vicegobernador.
Fierros
Por una cuestión elemental de acumulación de fierros, se imponen, otra vez, las estructuras del conurbano. O lo que queda de ellas, en pie. Vuelven a postergarse, en todo caso, a los peronistas melancólicos de las ciudades.
Para la traducción. Se desmorona la ilusión de Díaz Bancalari, que se disponía a coronarse con la continuidad. Díaz Bancalari, alias El Mono, es otro flamante Zurdito que carga con fallas de origen. Como la de nacer, por ejemplo, en San Nicolás, los pagos de Ginés y, sobre todo, del Picca Benedictini, el Pensador de la Toscana.
Por similares explicaciones geográficas también se desmoronó, en su momento, la aspiración de liderazgo de Florencio Randazzo, del enclave subalterno de Chivilcoy.
Ocurre que el peronismo bonaerense se encuentra también tomado, por las estructuras dominantes del conurbano. Representan, se ufanan, el 50 por ciento del peronismo del país.
Por lo tanto poco importa esgrimir que Perón haya sido oriundo de Lobos.
O Evita, sin ir más lejos, de Los Toldos. Donde pomposamente inauguraron, en el papelón de un homenaje, la reconstrucción de una casa equivocada. En la que Evita nunca vivió. Cuenta que a la hermana la llevaron para emocionarse en la ceremonia. Y que dijo: “Esta no es mi casa”. Mientras tanto, la funcionaria parienta, la hacía callar.
La provincia, en cambio, se encuentra literalmente tomada por las fuerzas excesivamente vivas del delito. Gran parte de la responsabilidad, por la toma, es del peronismo.
Para rescatar a la provincia tomada resultan insuficientes, hasta hoy, los discursos. Y las buenas intenciones de Scioli, el rehén, líder de la Línea Aire y Sol.
Tema específico de próximo despacho.
Tambores de chequeras
La hegemonía del suburbio mantiene la crueldad tácita de las reglas nunca escritas.
El que pierde, en el peronismo, fue.
Aunque se trate de un funcionario indispensable. “Fue”. Hasta que recupere el control territorial.
Un caso emblemático lo brinda el hoy imprescindible Aníbal Fernández.
Su cuadro, Villordo, perdió en Quilmes. Contra el Barba Gutiérrez, que disponía del simultáneo apoyo del gobierno que Aníbal, políticamente, representaba. En el más alto nivel.
Otros caudillos, sin ser funcionarios, ni registrar mayor peso en la balanza, deben aventurarse en la senda del retroceso. Exponentes culturales de la extinguida civilización duhaldista. Los que formalmente, para sobrevivir, no presentaban reparos para integrarse a la iniquidad humillante del kirchnerismo.
Son los clanes familiares de Arcuri, el compañero Pelado y la compañera Brígida. O los Rodríguez, matrimonio e hija. O el legendario don Manuel Quindimil, al que hoy cualquier ingrato se le anima. O Villaverde. Caciques destronados a los que les birlaron, impiadosamente, la mayoría de los indios. Los que sólo suelen conmoverse, mayoritariamente, ante los tambores de las chequeras.
Mesas
Para sentarse, ante las mesas del poder, los caudillos, previamente, tienen que mantenerse en pie.
Los volteados, aunque sean volteados transitorios, no se pueden sentar.
De la Tercera Sección, por ejemplo, quedan en pie severos baluartes, como Balestrini, de La Matanza. El vicegobernador es, en términos de peronismo, infinitamente más importante que el gobernador.
Porque el pobre Scioli, titán de la Línea Aire y Sol, en el esquema que arma Kirchner, desde Puerto Grosso, mantiene una gravitación equiparable a la del Ministro Stornelli en el campo de la seguridad.
Conste que a Balestrini, el caudillo del comisario, los Kirchner no pudieron armarle, siquiera, la travesura de las colectoras. Suicidio metodológico que sirvió para arrebatarles comunas a los caudillos tomados. Impotentes que apoyaban a los Kirchner, quienes sistemáticamente movilizaban el objetivo de desplazarlos.
Junto a Balestrini, persisten, en pie, otros caudillos, ágiles en materia de deslizamientos, de la Tercera. Como Mussi, por ejemplo, de Berazategui. O Álvarez, de Avellaneda, que recuperó su territorio al desalojar a Laborde, el kirchnerista que busca refugio en la cancillería. O Pereira, de Florencio Varela. Tal vez el único que aún escucha, con atisbos de desgano, a Kunkel.
Y subsisten aún los sobrios caudillos de la Primera. Definitivamente resignados a la pérdida de Morón, o de Almirante Brown. Relativos exponentes del progresismo como Curto, que actuará de local en el próximo Congreso del Peronismo Enlatado. O dos innovadores del bolivarianismo medular. Seres capciosamente rescatables como Cariglino. O el Gordo Ishi, de José C. Paz, el cristinista de la penúltima hora.
Oberdán Rocamora
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