jueves, 14 de febrero de 2008

Provincia tomada (I)

Provincia tomada (I)

ONDA BALESTRINI:
Por instrucción de Kirchner,
es el próximo hombre fuerte.

Pampuro (modo de uso)

El estrellato del senador Pampuro, alias El Pepe, mantuvo el atributo de la fugacidad.
Trátase del crédito del Portal. Por su condición invalorable de ganador del Torneo “Tweety Carrario”. Edición Apertura, 2006.
A Pampuro, sin embargo, lo empomaron. Porque Kirchner lo utilizó para después descartarlo. Al arrojar, a Lavagna, hacia el cesto de la historia.
Repasemos. Fue el Pepe quien, inspirado en su sagacidad de intermediador, impulsó aquel fenomenal salto en garrocha de Lavagna.
Gracias al envión, Lavagna saltó. Con el vértigo del vacío, como destino final.
Lavagna clavó la garrocha en Saavedra, a los efectos de elevarse, admirablemente, pese a sus 65 años. Hasta caer en los jardines de Olivos.
A Lavagna le pasó lo mismo que a los exiliados de la novela “El otoño del Patriarca”, de García Márquez. Con su aspecto primaveral, de desocupado en banda, Kirchner, el Patriarca, recibió al derrotado Lavagna. Para desconsuelo del Alberto Fernández, que sólo casualmente no se enteró por el Clarín.
El Patriarca consiguió despojarle a Lavagna, en un truco de tahures, el pequeño caudal acumulado. A cambio del caramelo de madera de una fotografía para especulaciones. Y el protagonismo garantizado entre los comentaristas de la oposición.

Tiempos de reestructuración del peronismo a la carta.
Desde antes del salto de Lavagna, Pampuro venía agrandado. Inflado con levadura triunfal. Por los efectos secundarios de la desarticulación, en Lanús, de Quindimil. El trunco ex-pariente. El suegro que no pudo ser.
Pero Pampuro no supo, infortunadamente, aprovechar aquellos quince minutos de gloria. Aunque fue entrevistado por los miembros estables de “A dos voces”. O por el canónico Morales Solá.
Tampoco Pampuro se atrevió a sostener la tradición organizativa de los congresos peronistas, minuciosamente predigeridos. Confeccionados a medida, por lo general, en Lanús. Podía haberse asignado el rol de anfitrión.
Gargantas del pecaminoso Hotel Intercontinental, el paraíso de las trampas, indican que Pampuro, al mejor estilo Kirchner, arrugó.
Entonces el Congreso enlatado del peronismo bonaerense brindará su función de gala el próximo 22 de febrero, en la localidad casi homónima. Tres de Febrero, los pagos de Curto, el incipiente Zurdito. Caudillo de los pocos feudos carentes de riesgos, enclavado en la Primera Sección electoral.

Hotel Intercontinental

En su condición de armador, El Chueco, alias Mazzón, presenta mayores similitudes con el sigiloso Coti Nosiglia, que con el popularmente desenvuelto Julio Mera Figueroa.
Gargantas del hotel de los amantes furtivos señalan que El Chueco se dedica a caminar el territorio, sustancialmente complejo, de la provincia de Buenos Aires. La provincia tomada.
Con frecuencia, Mazzón recorre los distritos desde un reservado del Intercontinental. Puntea congresales, baraja selectivamente referentes, con una indicación precisa. La instrucción es de Kirchner. Cerrar filas detrás del compañero Balestrini. El nuevo hombre fuerte, hoy vicegobernador.

Fierros

Por una cuestión elemental de acumulación de fierros, se imponen, otra vez, las estructuras del conurbano. O lo que queda de ellas, en pie. Vuelven a postergarse, en todo caso, a los peronistas melancólicos de las ciudades.
Para la traducción. Se desmorona la ilusión de Díaz Bancalari, que se disponía a coronarse con la continuidad. Díaz Bancalari, alias El Mono, es otro flamante Zurdito que carga con fallas de origen. Como la de nacer, por ejemplo, en San Nicolás, los pagos de Ginés y, sobre todo, del Picca Benedictini, el Pensador de la Toscana.
Por similares explicaciones geográficas también se desmoronó, en su momento, la aspiración de liderazgo de Florencio Randazzo, del enclave subalterno de Chivilcoy.

Ocurre que el peronismo bonaerense se encuentra también tomado, por las estructuras dominantes del conurbano. Representan, se ufanan, el 50 por ciento del peronismo del país.
Por lo tanto poco importa esgrimir que Perón haya sido oriundo de Lobos.
O Evita, sin ir más lejos, de Los Toldos. Donde pomposamente inauguraron, en el papelón de un homenaje, la reconstrucción de una casa equivocada. En la que Evita nunca vivió. Cuenta que a la hermana la llevaron para emocionarse en la ceremonia. Y que dijo: “Esta no es mi casa”. Mientras tanto, la funcionaria parienta, la hacía callar.

La provincia, en cambio, se encuentra literalmente tomada por las fuerzas excesivamente vivas del delito. Gran parte de la responsabilidad, por la toma, es del peronismo.
Para rescatar a la provincia tomada resultan insuficientes, hasta hoy, los discursos. Y las buenas intenciones de Scioli, el rehén, líder de la Línea Aire y Sol.
Tema específico de próximo despacho.

Tambores de chequeras

La hegemonía del suburbio mantiene la crueldad tácita de las reglas nunca escritas.
El que pierde, en el peronismo, fue.
Aunque se trate de un funcionario indispensable. “Fue”. Hasta que recupere el control territorial.
Un caso emblemático lo brinda el hoy imprescindible Aníbal Fernández.
Su cuadro, Villordo, perdió en Quilmes. Contra el Barba Gutiérrez, que disponía del simultáneo apoyo del gobierno que Aníbal, políticamente, representaba. En el más alto nivel.
Otros caudillos, sin ser funcionarios, ni registrar mayor peso en la balanza, deben aventurarse en la senda del retroceso. Exponentes culturales de la extinguida civilización duhaldista. Los que formalmente, para sobrevivir, no presentaban reparos para integrarse a la iniquidad humillante del kirchnerismo.
Son los clanes familiares de Arcuri, el compañero Pelado y la compañera Brígida. O los Rodríguez, matrimonio e hija. O el legendario don Manuel Quindimil, al que hoy cualquier ingrato se le anima. O Villaverde. Caciques destronados a los que les birlaron, impiadosamente, la mayoría de los indios. Los que sólo suelen conmoverse, mayoritariamente, ante los tambores de las chequeras.

Mesas

Para sentarse, ante las mesas del poder, los caudillos, previamente, tienen que mantenerse en pie.
Los volteados, aunque sean volteados transitorios, no se pueden sentar.
De la Tercera Sección, por ejemplo, quedan en pie severos baluartes, como Balestrini, de La Matanza. El vicegobernador es, en términos de peronismo, infinitamente más importante que el gobernador.
Porque el pobre Scioli, titán de la Línea Aire y Sol, en el esquema que arma Kirchner, desde Puerto Grosso, mantiene una gravitación equiparable a la del Ministro Stornelli en el campo de la seguridad.
Conste que a Balestrini, el caudillo del comisario, los Kirchner no pudieron armarle, siquiera, la travesura de las colectoras. Suicidio metodológico que sirvió para arrebatarles comunas a los caudillos tomados. Impotentes que apoyaban a los Kirchner, quienes sistemáticamente movilizaban el objetivo de desplazarlos.
Junto a Balestrini, persisten, en pie, otros caudillos, ágiles en materia de deslizamientos, de la Tercera. Como Mussi, por ejemplo, de Berazategui. O Álvarez, de Avellaneda, que recuperó su territorio al desalojar a Laborde, el kirchnerista que busca refugio en la cancillería. O Pereira, de Florencio Varela. Tal vez el único que aún escucha, con atisbos de desgano, a Kunkel.
Y subsisten aún los sobrios caudillos de la Primera. Definitivamente resignados a la pérdida de Morón, o de Almirante Brown. Relativos exponentes del progresismo como Curto, que actuará de local en el próximo Congreso del Peronismo Enlatado. O dos innovadores del bolivarianismo medular. Seres capciosamente rescatables como Cariglino. O el Gordo Ishi, de José C. Paz, el cristinista de la penúltima hora.

Oberdán Rocamora
Continuará
Manténgase conectado.

La Jefa

La Jefa

por Carolina Mantegari,
de Consultora Oximoron,
para JorgeAsísDigital.

Suele irritar, a Elisa Carrió, que no se la reconozca como Jefa de la Oposición.
Categoría nobiliaria. Rol honorable. Que la señora supone, naturalmente, merecer. Basamentada en la razón, democráticamente matemática, de haber salido segunda, en las elecciones.
Carrió perdió, previsiblemente, con Cristina. Pero para ella, lo más gravitante es que se impuso sobre Lavagna. Según su interpretación, un “impostor” que claudicó.
Al claudicar el tercero, y al desvanecerse el cuarto en internismos domésticos, ella, la segunda, se queda sola.
Sin embargo, Carrió se impuso, especialmente, sobre Macri.
Aunque Macri, oficialmente, no haya participado de la compulsa.
Cabe consignar que Macri tampoco mantiene el menor interés de disputarle, a Carrió, el título nobiliario. Tiene que dedicarse a la gestión. Por influencia intelectual, probablemente, del pensador Jaime Durán Barba. Al que llaman, las huestes del PRO, El Equeco.
Entonces, para Macri, que sea nomás Carrió la Jefa de la Oposición.

Para ser la Jefa, Carrió debería saberse legitimada por la compleja conjunción de los subordinados eventuales. El heterogéneo mosaico sociocultural que presenta reticencias hacia la hegemonía de los Kirchner. Un mosaico compuesto por políticos desconcertados, mal posicionados, desertificados de ideas, y que no pueden, insensiblemente, inclinarse ante el rigor científico de las matemáticas.
Prefieren recurrir, en cambio, hacia las virtudes humanísticas de la lógica.
Debe aceptarse, por lo tanto, que Carrió representa, incuestionablemente, la voz más poderosamente potente de la resistencia al Sistema Recaudatorio de Acumulación que propone el kirchnerismo.
Sin embargo la aceptación tampoco basta para brindarle, a Carrió, la categoría de Jefa.
Incluso en la vertiente más irresponsable, el reconocimiento del arrojo resulta insuficiente para que el conglomerado de la resistencia, aún en su desconcierto, la acompañe a Carrió, mayoritariamente, en la aventura del liderazgo.

C.M.
Consultora Oximoron,
Copyright by JorgeAsísDigital,
permitida reproducción sin citación de fuente.

martes, 5 de febrero de 2008

MAREMOTO EN EL FLORERO

Kircher hace política.
El Resto comenta.

MAREMOTO EN EL FLORERO
(dos)

Sólo Kirchner, el Presidente Real, se encuentra habilitado para hacer política.
El “Resto del Mundo”, apenas, puede comentar.

Plancha gestionaria
Los referentes sustanciales, de peso institucionalmente relativo, por disposición de Kirchner, deben entregarse al abatimiento de la Plancha Gestionaria.
En esta fila puede verse, en primer lugar, a Macri.
Emerge agobiado, el pobre, por la problemática municipal.
Le pesa el rol desperdiciado de principal opositor. El que le asignó, equívocamente, la sociedad.
Macri prefiere ser punto. Y ceder el sabó, para que sea banca, al cuadro solitariamente más viril. La señora Carrió.

Vejado frecuente
Más allá de Macri se distingue, en el segundo lugar, entre los abatidos, la sonrisa de Scioli. "Naturalmente forzada", para intentar un oximoron.
El titular de la línea Aire y Sol, Scioli, mantiene el rostro, artificialmente distraído, del perro al que le hacen, compulsivamente, el amor.
El lider del peronismo motonáutico es un vejado frecuente.
Sin embargo, las sucesivas vejaciones le otorgaron la legitimidad que usufructua. Le sirvieron para llegar a ser gobernador. Y también para acotarlo.
No obstante, Scioli exhibe el saludable vigor de la digestión blindada. A prueba de los sapos vivos que se traga para el desayuno. Como el de Lavagna. Junto a la pastafrola proverbial.

Reivindicación moral del Brigadier
Asoma, en el tercer lugar, la Presidente Delegada.
A la señora Cristina hay que compadecerla. Se encuentra relegada, con crueldad básicamente conyugal, al plano protocolar. Tristemente lateralizada. Como primera voz del coro estable. Pero con pocos solos. No puede lucir entre tanta opacidad.
En materia de protagonismo, la Presidente Delegada despierta, incluso, severos deseos de reclamar por ella. “!Aparición con vida!”. Y rescatarla de la estrategia del “culpable”.
En cierto modo, Cristina y Scioli presentan, si no vidas paralelas, escenografías parcialmente equiparables.
Porque Kirchner, el Presidente Real, le supo brindar, a la Presidente Delegada, idéntica legitimidad para llegar. Y la simultánea acotación que la inmobiliza, hasta extraviarse, la pobre, en el cuadro.
Si alguna vez decide diferenciarse, si aspira a gobernar según su criterio, la Presidente Delegada no tendrá otra alternativa que imitar aquel ejemplo liminar del inmanente antecesor, Menem. Y convocar al providencial Brigadier Antonietti. Para que brinde, otra vez, el máximo servicio. La actuación que supo patrióticamente ofrendar, en medio del apasionado ridículo, a Menem. La sociedad, en bloque, debiera entonces suplicarle al Brigadier Antonietti:
“¡Otra! ¡Otra!”
Binner, con su nostalgia infinita de santafesino lánguido, completa la fila de los gestores, prolijamente destacados. Seguido por el irremediable amontonamiento de la clamorosa etcétera. Das Neves, Alperovich, Gioja.

kirchnerdependencia
El Resto del Mundo debe conformarse con la pasividad del comentario.
Se asiste a un oficialismo de vocacionales aduladores. Transversales, concertados, ahora cautivados por el súbito "pejotismo".
Y se asiste a una oposición conformada por analistas. Profesionales del presupuesto, que parecen más preparados, en realidad, para competir con el profesor Grondona, que para atreverse a disputar el poder.
Una de dos: en la Argentina se está a favor de Kirchner, o en contra de Kirchner.
Hablar de política, en la Argentina, significa hablar, exclusivamente, de Kirchner.
Para analizar los movimientos que la Kirchnerdependencia dispone.
Desde las oficinas estratégicas de Puerto Grosso. Sede, en definitiva, del poder real.
O desde la residencia bipresidencial de Olivos. Donde el Presidente Real convive con la otra dependiente, la Presidente Delegada. Su “Camporita” conyugal. Convertida, en la práctica, en la colérica Tía secundaria. Hasta que pueda juntar fuerzas espiritualmente suficientes como para recurrir a los servicios morales, próximamente indispensables, del Brigadier Antonietti.

Segundo maremoto
Precisamente fue en los jardines de Olivos, y no en Puerto Grosso, donde Kirchner sorprendió con la última vejación mediática. Estruendosa, pero estructuralmente inofensiva.
Sin embargo la vejación mantiene, en tensionado vilo, a la conjunción multitudinaria de competidores de Grondona y Silvestre.
Cuando Lavagna, después de ser despedido como una doméstica, por Kirchner, decidió postularse como candidato presidencial. Para desatar el primer “maremoto en un florero”.
Fueron palabras del Portal. Alabadas, Señor.
Ahora Lavagna vuelve a desatar un segundo maremoto, aunque en un florero escatológicamente desvencijado. Fue después de la previsible derrota, como mascarón de proa de los radicales, frecuentemente desairables, con la estrategia a la deriva.
Por consiguiente Lavagna decide, con pragmática inteligencia e indiferente recato, desairar a los correligionarios y entregarse, emblemáticamente, a Kirchner. Con la utilitaria máscara de la identidad peronista.
Es piadosamente comprensible la fastuosa capitulación.
Después de todo Lavagna, como la clase obrera, en versión Marx, nada tenía para perder. Ni siquiera su fuerza de trabajo.
En realidad Lavagna se encontraba, como se decía en Villa Ortuzar, en condiciones de “sacar la silla a la vereda”. Para sentarse “al fresco”. Y comentar, junto a otros desplazados, lo que sale en el “Clarín”.
En cambio, con el valiente movimiento claudicatorio, Lavagna reaparece, de pronto, en la portada de Clarín. Otra vez el maremoto. Lavagna en la plenitud del primer plano. Logró desplazar, del centro de la atención, el atropello trágico del Gaby Alvárez.
La cuestión que Lavagna está, de nuevo, en la proximidad de las decisiones. Con el aval, poderosamente intrascendente, de Duhalde.
El Piloto de Tormentas conserva, en el fondo, menos juego propio que Lavagna. A pesar de la rutina seca de los amagues del retorno. En los que ya no cree ni Verdi, ni Toledo. Menos aún, por supuesto, la señora Chiche.

Desaire
Un cigarrillo, y la continuidad de un nuevo desaire, nunca debe negársele a ningún radical.
La credibilidad de Lavagna, paulatinamente, se desmorona. Hasta alcanzar los escombros del prestigio.
Sin embargo el olvido suele ser pausadamente sabio. Atenua, con su polvareda, cualquier adversidad. Lo importante es que, a través del segundo maremoto, Lavagna logró introducirse en el bolillero. En adelante, su bolilla, en cualquier momento puede salir. Con el cuento inútil de la reorganización del PJ, puede esperarse una recomposición del gobierno. Según nuestras fuentes, en marzo.
Palabra del Portal. Alabadas, en el Blog.

Oberdán Rocamora
copyright by Oximoron, el Blog

martes, 22 de enero de 2008

ADIOS AL PJ

Segunda muerte
del General.

ADIOS AL PJ

Tío Plinio querido:
Enternece la fila imprevisible de felatiadores.
Sindicalistas adoradores que se encuadran, con sistemática voracidad. Sobrevivientes encolumnados de aquella paradójica "columna vertebral", melancólicamente transformada en una prótesis involuntaria. En siliconas lastimosamente ubicables.
Gobernadores dependientes que sobreactuan la omnipotencia del Operativo Clamor.
Por decenas. Los mandatarios hacen méritos para mantenerse. Incorporarse a la clamorosidad. Aferrados al estigma indeleble de la Caja.
Aunque varios de ellos, sigilosamente, desprecien, con énfasis, a quien se deben reportar.
Actuaciones especiales. El coro afiatado de los clamorosos intendentes del FAM.
En el rubro "otros", clamorean, sin ser extras, los legisladores piadosamente disciplinados. Entrañables excompañeros que se incorporan, con unanime docilidad, a la escenografía del Operativo.
Militantes pirandelianos en búsqueda de un Conductor.
Dos almas que en el mundo
Salvo irrelevantes testimonialismos, los Partidos Políticos, en general, en los costados menos insensatos de la tierra, suelen crearse con el objetivo, ambiciosamente expreso, de conquistar el Poder.
En la Argentina, por gravitación de la cultura peronista, el camino es a la inversa. Sólo después de asegurado el Poder es que se intenta construir el gran Partido Político que lo sustente.
Pasa igual, sin ir más lejos, en la Venezuela Bolivariana. La Madrastra Patria. "Dos almas que en el mundo". Es el bolero que bailan, abrazaditos, Kirchner y Chávez.
Ellos no se encuentran unificados, tío Plinio querido, tan sólo, por la abrumadora pasión por el ridículo.
Tampoco se encuentran mancomunados, exclusivamente, por la impune cotidianeidad de la marroquinería. (Al Gordo Antonini, nuestra embajadora en Caracas, debería condecorarlo)
Los aproxima, a las almas gemelas de los sensibles Chávez y Kirchner, el espejismo movilizador de dos clamores similares. La gestación de dos grandes Partidos.
Con admirable modestia, los caudillos fundacionales comienzan por reservarse, al unísono, en la excitación del bolero, el casillero del liderazgo.
Los Partidos que se construyen desde el Poder, suelen nutrirse, tío Plinio querido, del amparo moral que brinda el manejo arbitrario del Bandolerismo de Estado.
La teatralidad de Chávez induce a la gestación del partido oficialmente único. Es el sueño del PSUV, Partido Socialista Unificado de Venezuela. Engendrado, desde el Poder, a los efectos de canalizar la alucinada demencia del marxismo del siglo veintiuno.
La opacidad de Kirchner, en cambio, es más módica. Se inclina por liderar la eventual reconstrucción del degradado Partido Justicialista.
Desde la Unidad Básica de Puerto Madero, el Presidente Real se propone a recibir las montoneras de súplicas. Para que se imponga, el Providencial, al frente de la definitiva liquidación. De los penúltimos saldos del verano largo del peronismo.
Con el privilegio de portar, sin ingratas solemnidades, la manija principal del ataúd. Por las exequias sin grandeza, derivadas de la segunda muerte del General Perón.
Y de tantos muertos honrosos que nos instigan, desde la incomodidad de la memoria, a pesar de todo, a reanudar la épica, redituablemente mitificada, de La Resistencia.
El Movimiento ya nada tiene que ver, tío Plinio querido, con aquel "fenómeno maldito". Ni siquiera con la emotiva evocación de los mártires.
El peronismo, como Movimiento, está paralizado.
El tiempo venció por goleada a la organización.
En la cuesta abajo, tampoco supo utilizarse el instrumento electoral. El PJ. Diluído, en el último tramo, en la procaz humillación del Frente de la Victoria.
Servini Conducción
Por primera vez, Perón murió en 1974.
En adelante, el peronismo sólo pudo ser eficazmente conducido desde los Tribunales.
En materia institucional, lo poco de Partido formal que existe, se le debe, para ser justos, a la capacidad de maniobra de la Gran Conductora del Movimiento Nacional Justicialista. Trátase de la doctora Servini de Cubría. "Servini Conducción contra toda la Traición". Es la idonea jueza con competencia electoral. Una lástima que deba, la pobre, lidiar con los desbarajustes de otros trescientos esbozos de partidos.
Entre Servini, La Jefa Natural, y el difamado escudero Ramón Ruiz, un Juancito Duarte inclinado a la monogamia, se las ingeniaron, hasta aquí, para mantener vivo, con sueros elementales, al peronismo vegetal del PJ. A disposición, siempre, del que tenga el control ideológico de la chequera.
La superstición
A través del encanto febril de la inexistencia, el peronismo, paulatinamente, se convirtió en una superstición funcional.
Un conglomerado colectivamente a la carta. En condiciones para gerenciar cualquier sucesivo fracaso que se antepusiera. Para legitimar los borradores de las imposturas antagónicamente reversibles. Con baluartes anotados como miembros permanentes del inventario.
Predispuestos para privatizar, y después nacionalizar.
Para nacionalizar lo privatizado y privatizar, posteriormente, lo estatizado.
Pero siempre, en lo posible, desde el ejercicio del poder.
O lo que es lo mismo, desde afuera, a través de la instalación de la imposible gobernabilidad del otro.
Pese a la obscenidad del cuadro, es saludable conmoverse con la fila inagotable de próceres que se cuadran. Y exhiben la transitoria lealtad.
Trátase de los peronistas que pretenden, en la "media vuelta", infiltrarse en el otro bolero. El que signa la epopeya del neomontonerismo recaudador.
Zurditos improvisados. Progresistas de los 44 minutos del segundo tiempo. Doblegables que hacen cola para anotarse. Para manifestar la serena obediencia. Hacia el Jefe. El providencial dueño de la Caja. Kirchner.
Apotegma
Con los sindicatos y gobernadores en la bolsa, convenzase que nadie, en el fondo, tío Plinio querido, va a poner una moneda, para plantear, en disidencia, una interna nacional.
Para disputar, sin que este acordado, la jefatura incuestionable de Kirchner. Habrá, eso sí, amagues. Los Rodríguez Saa pueden emerger, a lo sumo, como los sparrings idealmente necesarios que se buscan. Para convalidar, en todo caso, la jefatura anunciada.
Pero los hermanos Barros Schelotto son demasiado peronistas, tío Plinio querido, para sumergirse en un decorado semejante.
"El que gana conduce y el que pierde acompaña".
Como lo esgrime el clásico apotegma. Emerge como argumento justificador para cobrar siempre. Mojar la medialuna sin costos.
Coma ahora, autocritíquese después. O simplemente apueste por las bondades del olvido manso. Sin asumir nunca los riesgos desaconsejables del llano. La alimentación en el desierto, a base de anchoas.
Vísperas
Son las vísperas, tío Plinio querido, de la segunda muerte de Perón.
Se asiste a la consagración triunfal del neomontonerismo recaudador.
Aquellos imberbes que le dieron la espalda al General, hoy se postulan para "depurar".
Por lo tanto, ya no hay más lugar para que prospere el versito del clásico apotegma. Gana Kirchner. Congratulaciones.
Sin embargo el Suscripto, afiliado a la popular extravagancia del PJ, vuelve, frontalmente, a perder. Pero sin el menor interés de acompañar.
Irrumpe entonces el momento indicado para despedirse.
Para apartarse, ponerse al costado, en la exacta instancia del Operativo Clamor.
Clamor, tío Plinio querido, de las p....
Adios al PJ.
Pero sin derramar, que conste, ningún vestigio de lágrima.

lunes, 21 de enero de 2008

BANDOLERISMO DE ESTADO


Salpicar a Macri para
diluir culpas de Kirchner


BANDOLERISMO DE ESTADO


por Carolina Mantegari
para "Oximoron, el Blog", banco de suplentes del JorgeAsísDigital

El Bandolerismo de Estado sustenta la ideología del Decreto 1851.

La significación, altamente agraviante, del texto jurídico, derivó en el primer hallazgo del año de Oberdán Rocamora. Para el Portal JorgeAsísDigital..

El Decreto de referencia fue firmado, el 5 de diciembre, por el Presidente Real. Convalidado, a través de la culposa expresividad del silencio, por la Presidente Delegada.

Refrendado, con la invalorable rúbrica, por la Hermana Alicia.

Y por Alberto Fernández, el atormentado sonetista post romántico.

Y publicado, en el manipulable Boletín Oficial, el 31 de diciembre.

En síntesis, el Decreto asegura la explotación del juego, en el hipódromo de Palermo, por los próximos 25 años, merecidamente, para el señor Cristóbal López.

Trátase del empresario del comisario. De La Casa.

Don Cristóbal López es, en materia de deslizamientos, lo más parecido a un socio. Para alguien, como Kirchner, incapacitado para tener socios.

Falsa corresponsabilidad

En textos posteriormente alusivos a la venalidad del Decreto 1851, puede percibirse, sin mayor estupor, el intento indirecto, de reposados editorialistas, de atenuar la responsabilidad del Presidente Kirchner. A los efectos de instalar, de manera funcional, el preventivo auxilio de la responsabilidad compartida. Cuestión de colocar, en el balde fecal, también a Mauricio Macri. Alcalde -recién estrenado- de Buenos Aires.

Complicidad de muchos, consuelo de cándidos.

Los articulistas, objetivamente movilizados, prefieren mostrarse ecuánimes. Se anotan en el vodevil de criticarlo a Kirchner. Pero, por las dudas, acaso para que el irascible Kirchner no se enoje, deciden enlodar, políticamente, a Macri.

Cronología

Sin intenciones de generar argumentos para una defensa innecesaria, se impone, aquí, clarificar las reglas (del negocio) del juego.

Ante todo, Kirchner firmó el Decreto 1851 el 5 de diciembre. Cinco días antes que Macri asumiera como alcalde. Está limpito, al menos, por una cuestión básica de inocencia cronológica.

Significa que los comentaristas desorientados deben asumir, frontalmente, que es Kirchner, con irreprochable exclusividad, el máximo merecedor del pase incesante de las facturas. Aunque les pese.

La pasión obscena por la impunidad se traduce, en el caso del Decreto, en una exhibición de poderío que devalua, hasta degradarlos, a los decorativos organismos de control.

Y agrede, hasta minimizarla, la propia identidad conceptual de la complaciente dirigencia opositora. Donde sólo parece anexarse la señora Carrió, hasta aquí. En el riesgoso camino de la virilidad política.

La Novia Ausente

Entonces la acción de prorrogar, hasta el difuso 2032, y para beneficio del señor Cristóbal López, la explotación apacible de las tres mil máquinas tragamonedas de Palermo (con el compromiso compulsivo de aumentarlas a 4500), es directa corresponsabilidad del Presidente Real. Y de la Presidente Delegada.

Aunque la dama coloque, para la fotografía, el rostro compungido del vals "La Novia Ausente".

Por lo tanto, trasladar mecánicamente la corresponsabilidad a Macri, es una forma, muy poco elegante, de diluir el acto sumario del Bandolerismo de Estado.

Una sospechosa precipitación de la voluntad.

Porque se le reprocha a Macri, a sólo cuarenta días de haber asumido el descontrol de la ciudad, lo que nunca, con algún rigor, se les reprochó a los antecesores.

En especial a Anibal Ibarra, el martir de Cerro Corá.

El eterno Fiscal Ibarra supo solidificar su alianza con Kirchner, a partir de la compartida cosmovisión progresista de las redituables tragaperras.

Y Jorge Telerman, el de la autocrítica tardía, por su kunderesca frivolidad.

A Telerman, pobre, de nada le valió haber remitido, sin escalas, hacia las oficinas de Balcarce, aquellos maletines, mensualmente morales, que procedían del barco.

Logia del Newman

Para el Portal, que inició la ola incontenible de la divulgación, no se puede condenar, al menos todavía, la carencia de una reacción de Macri.

La reacción que podría, según nuestras fuentes, producirse. En cualquier momento. Hay que esperarlo. El muchacho merece una simple batería de confianza.

Aunque el socio adherido a Cristóbal López, el señor Federico Achaval, sea un viejo amigo de Macri. Un miembro activo de la Logia Lautaro del Newman.

Pero es insuficiente, el lazo afectivo, para culpabilizar al alcalde.

Aunque el señor Achaval haya sido, inclusive, según nuestras fuentes, un sostén espiritualmente financiero del auspicioso PRO(yecto político) de Macri.

Por si no bastara, según Gargantas académicas, se habría registrado, a propósito de la venalidad de referencia, un relevante intercambio filosófico entre dos pensadores de la logia del Newman. Intelectuales que influyen, ostensiblemente, en la (falta de) ideología del PRO. Cuentan las incuestionables Gargantas que el señor Nicolás Caputo, enrolado en el existencialismo, le habría dicho al señor Torello, que está más cerca de los lacanianos:

"Por la que puso, Achaval no puede pedir que Mauricio se trague semejante sapo".
Carolina Mantegari
para Oximoron, el Blog,
permitida la reproducción, sin citación de fuente

martes, 15 de enero de 2008

JARDAN


El Aparecido,
en Pinamar.
JARDAN
por Jorge Asís
especial para "Oximoron, el Blog"
La historia de la aparición de Ricardo Jardán me la contó, en mi departamento de Recoleta, la señora Amanda de Ormeño.(Confieso que modifiqué, levemente, los dos nombres).
"Absoluta reserva”, me pidió Amanda. Caballero clásico, garanticé la discreción.
Pero si Amanda me contactó fue sólo para contar la historia. Simultáneamente para suplicar que El Narrador nunca escribiera la historia que contaba.
No entendí, entonces, para qué decidía Amanda contar la historia de Jardán. Justamente a un contador de historias. Como el Narrador. Si se trata de una historia que no debo escribir.
Cuenta Amanda que Jardán, desde la "4 por 4", le pidió, con el gesto emblemático, la complicidad del silencio. Para que nunca contara que lo había visto a Jardán, en la playa.
Que era, precisamente, lo que Amanda venía a contar.
Que Jardán vivía. Que el suicidio fue la teatralización de una mentira.
Pero Amanda decidía quitarse la historia de encima. Al contar lo que ella no debía, carezco de motivos para dejar de contar la historia.
Llega entonces el turno del Narrador. Para desprenderme de la historia que Amanda me entrega. Mientras me pide, inexplicablemente, que nunca la difunda.
Después de todo, los tres somos prisioneros de la misma historia.
Jardán, el protagonista oficialmente muerto. Amanda, quien lo descubre vivo. Y el Narrador, que cree que no traiciona. Al instalar la historia, responsablemente, adonde se debe. A disposición del lector, el unánime destinatario.

J.A.
enero de 2008
I
Amanda de Ormeño fue quien reconoció a Jardán. Se topó con aquel rostro inconfundible, inútilmente modificado, con el pelo artificialmente negro. En la playa de Pinamar. En las proximidades del CR. El balneario vacío ofrecía la imagen clausurada del invierno.
No le prometió ninguna discreción. Pero Amanda sabía que a Jardán no debía defraudarlo. Como los mayoritarios adictos a la desconfianza, Amanda nunca había creído la versión oficial del suicidio de Jardán. El patetismo dramático del tiro de escopeta. Justo Jardán, oculto de la autoridad. La autoridad que solía responderle, hasta la dependencia. Pero que ya no controlaba.
Estaba escondido, Jardán, en un campo tristemente desarticulado. Distaba de encontrarse a la altura del final que su trayectoria merecía.
Amanda no puede hablar de la aparición. Con el índice expresivamente vertical sobre su boca, Jardán se lo pidió.
Tampoco Amanda puede hablarlo, siquiera, con Walter Ormeño. El marido, que también lo reconoció a Jardán. Aunque finja el descreimiento que lo ampara.
Ocurre que Walter también está asustado. Y le prohibió, a Amanda, referirse a la aparición. Como si se hubiera puesto de acuerdo con Jardán. O como si, a la distancia, le obedeciera.
Por acumulación de temores, Walter prefiere devaluar la lucidez de Amanda. Para tratarla, en definitiva, de fabuladora. Con visiones alucinadas por el estilo. Como la de afirmar que lo había visto a Jardán, en la playa. Ocho años después de aquella dramatización institucional del suicidio.
Viven, los Ormeño, en Belgrano. En las cercanías del Hospital Militar, es la referencia.
Con dignidad, Amanda acaba de llegar a los sesenta. Como se decía antes, es una ama de casa. Bien aspectada, regularmente informada. Con el agravante de pasar algunas horas diarias frente al televisor.
Demasiado comunicativa. Alta, aún estilizada. Dotada para la simpatía natural. Con un permanente déficit afectivo en materia de interlocución.
Téngase en cuenta que Amanda es del tipo de mujer que suelen hablar del estado del tiempo con los encargados de los edificios. Que besan a los niños de otros. Y que saludan, aún, al vecindario.
Walter, en cambio, es un comerciante taciturno. Ramo textil. Algo apocado, gravemente tímido, pero cordial.
Ambos conjugan. Con serena inteligencia se soportan. Hasta puede asegurarse que los Ormeño, a esta altura del matrimonio, si apasionadamente no se quieren, se estiman. Y de memoria se entienden.
Cuando están acompañados, en las contadas reuniones sociales, Walter suele cederle a Amanda, en general, la iniciativa.
Habla entonces ella. Pero quien manda es él.
Dos hijos casados, cuatro nietos que animan la existencia pasablemente calma. Sin mayores relevancias, con una armonía gris, paulatinamente agradable.
En Pinamar, los Ormeño mantienen la casa secundaria. Es blanca y suficiente, sin ostentaciones. Cerca del Golf, indolencia que no cultivan. La casa se encuentra anticipada por un jardín sin rigor, que circunda la generosidad de un pino.
Refugio ideal para el veraneo que es, en Pinamar, cada año, más breve.
Desde que los hijos prefieren Punta del Este, los Ormeño decidieron ofrecer la casa en enero. Para alquilarla, aunque fuera, inicialmente, un ultraje. La atiende la “Inmobiliaria de David”, sobre la Bunge. Significa que mantener en condiciones, la casa de la playa, se convierte en un problema permanente. Y en una tentación saludablemente simultánea. Para las oxigenantes escapadas del invierno. Ideales para abandonar la geografía de edificios que circunda el Hospital Militar.
Cuando no se trata de los inconvenientes de la pintura, el pretexto lo brinda la instalación eléctrica. O la necesidad de prepararla, para una hipotética venta que nunca ocurre. Y que David, por ser amigo, desalienta.
II
Con Jardán se reitera el imaginario colectivo que condiciona la memoria de Graiver.
Dos titanes popularmente mitificados. Jardán y Graiver tienen la obligación de disfrutar, separadamente, condecorados por otros rostros, los placeres minuciosamente elaborados por la otredad. Vedados a los mortales ordinarios.
Ellos deben disfrutar de una fortuna colosalmente inagotable. Construida, en el caso de Graiver, merced a las finanzas, violentamente redentoras, de aquellos Montoneros. Los que, de algún modo, siempre vuelven. O construida, en caso de Jardán, merced a las ventajas de la impunidad. Deparadas por la violencia, inconmensurablemente torpe, del Estado. Vulnerabilidades que Jardán, con la celebrada astucia del fenicio, supo aprovechar. Reverencias, recogimiento y veneraciones.
Es el invierno de Pinamar, dilatadamente denso, como en Madariaga, los pobladores necesitaban creer que Jardán vivía. Que alguna vez Jardán iba a volver. Por la revancha. En cualquier momento iba a sorprender la noticia efectista de su aparición.
Ocurría que Jardán mantenía infinidad de deudas para cobrarse. Los ingratos, los que le debían favores, se multiplicaban. Turritos por doquier. A los que Jardán, arbitrariamente, hizo ricos. Y en el tango estricto de su caída se corrieron. Imperdonablemente, lo negaron.
Por lo tanto, la escenografía armada, para clavar la muerte de Jardán, representaba el transitorio final del cuento más logrado. El epílogo inexorable de la confabulación meticulosamente planificada.
La muerte emergía, para Jardán, como un pretexto utilitario. Para legitimar la cobertura del cambio de identidad.
Menos podía aceptarse aquel agravio a la inteligencia más elemental. Que Jardán se hubiera suicidado. Con aquel horrible escopetazo de referencia. Cercado por las turbulencias escandalosas de la humillación. Mientras sobrevenían, en tropel, la caravana de los enemigos. Por el botín de sus empresas impecablemente gestionadas. Recluido en la vulgaridad de aquella casa de campo rústica. Situada en las afueras del pueblo que intenta, aún, llamarse Viale. En la prosperidad de Entre Ríos. Entre una indignidad que servía de marco para una muerte sin grandeza. Impropia de un triunfador.
Por magistrales que fueran las cirugías, algunas huellas, de ningún modo, podrían ser borradas. Jamás podría disiparse el rictus de su sonrisa cordial, prescindiblemente maligna. La perspicacia subyacente en su mirada. De paisano tierno, o de sigiloso taimado. Mirada que nunca podría disolver el peso de los orígenes.
David, el de la inmobiliaria de Bunge, decía, a propósito, que nada le gustaría más que Jardán - al que llamaba El Turco-, se le apareciera.
Para David, el Turco había muerto, tan sólo, para aquellos desagradecidos que habían decidido olvidarlo. Los que lo habían soltado antes, incluso, que el Turco se muriera.
O que el Turco astuto les hiciera creer, a la totalidad de los cretinos, que había muerto. Con la ficción del ensayado escopetazo en la boca. Para emular a Ernest Hemingway. Sin haberlo, siquiera, sabido.
Desde algún lugar inconcebible, Jardán debe preparar la venganza. Para los enemigos que lo pulverizaron. Algunos veranean, incluso, en Pinamar. Y para los amigos que oportunamente se enriquecieron, sólo por ser escogidos para brindarle servicios. Pero que no vacilaron en alejarse. Durante el esplendor explicable del escándalo. Cuando, por impotencia culposa, lo entregaban. Al matadero mediático. A la ceremonia del escarnio.
Coincidían, admirablemente, en Pinamar y Madariaga, que Jardán la había hecho bien. La teatralizada simulación de la muerte, había sido ejemplar.
El muerto real, el Muletto, era, como correspondía, asombrosamente parecido. Lo suficientemente como para que varios seres intachables, los que creyeron conocerlo, aseguraran, convencidos, que se trataba de Ricardo Jardán. De ningún Muletto.
Con aquel escopetazo, de reminiscencias hemingwaianas, en la boca, El Muletto se encontraba totalmente desfigurado. Con la exigencia de la precipitada sepultura. Ataúd cerrado. Con correctamente previsibles escenografías de llantos.
En sus monólogos de la inmobiliaria, David solía manejar información inquietante. Sugería que el Turco, en la lejanía de los orígenes, aguardaba el instante propicio del regreso. Desde los alrededores de cierto pueblo costero. En algún costado, inexplotadamente paradisíaco, de Siria. Equiparable, al menos, a Pinamar. Cerca de la fascinación de Lattaquie. Alternado con un villorrio donde, por contrato, lo protegían. En las vecindades de Tartuz.
Imposible, en efecto, para David, era imaginarlo, a Jardán, lejos del mar. Sin la recreación, en otras culturas, de las fantasías transformadoras que estimulaba, para las urgencias básicas de Pinamar. Con aquellas ideas que solía imponerle al vencido alcalde Altieri. Hoteles ampulosos. Decenas de Aracapaxis. Majestuosidades del gran puerto cercano, aguas profundas como las transformaciones. Una avenida Costanera asfaltada. Con un paseo rigurosamente custodiado, que nada tuviera que envidiarle, en materia de grandeza, al de Copacabana. Imaginaba, El Turco, contaba David, focos multicolores, Macetones con flores cada treinta metros, baldozones de color lila, pacífica alegría y atractiva seguridad.
III
Entonces Jardán reapareció un miércoles de junio.
Para vigorizarse, como antes, Jardán decidía caminar por la playa. Enfundado en una campera de cuero negra, una bufanda gris. La cara al viento. Cierta sensación de libertad, garantizada por los custodios que no hablaban español.
Las caminatas anónimas por la playa representaron, paradójicamente, para Jardán, el inicio de la declinación. Para ser exactos, la caída comenzó durante un verano, siempre en Pinamar. Del 95, a lo sumo del 96. Cuando le arrancaron la primer imagen. La fotografía letal. Mientras caminaba con su mujer histórica. Como si Jardán fuera lo que siempre había querido. Uno más, simplemente inadvertido entre la multitud. Pobre, Jardán se deslizaba en el equívoco de suponerse un turista normal. Que podía ufanarse, incluso, de la inútil libertad de los insignificantes.
Sin embargo una vecina, que mantenía una casita presentable, tuvo la misma idea. La trivial ocurrencia de caminar, aquel miércoles de junio, por la playa desierta. Sin custodios innecesarios. Sólo con su marido.
Jardán los conocía de vista a los Ormeño. De veranos anteriores.
El frío debía imponer su hegemónica presencia. Para desalentar, al menos, a los caminantes. Si no fuera por el viento, podía decirse que la mañana era bella. De Irreprochable trasparencia.
A la altura del desarticulado balneario CR, fue que Amanda Ormeño lo vio. Lo cruzó de frente. Jardán caminaba en sentido contrario, en dirección a La Frontera. Se quedó petrificada.
Jardán venía acompañado. En el medio. Entre dos personas robustas y morenas, que le hablaban en una lengua indescifrable.
No podía asegurar que fueran amigos. Ni que fueran, tampoco, del lugar. El aspecto denunciaba la condición de forasteros. Para Amanda, los acompañantes eran guardaespaldas.
– Jardán -, dijo Amanda, perpleja, en un susurro perceptible. Pero ya no podía continuar con la caminata.
Walter mantuvo la mirada perdida en el horizonte. Como si estuviera distraído. Prefería desconocer la significación de aquella presencia.
Para Amanda, su esposo también lo había reconocido a Jardán.
Pero Walter nunca quiere, Asís, razonablemente, meterse en problemas. Les rehuye.
Walter decidió, después, creer que no le constaba que el caminante de la playa fuera Jardán. Como la conocía de memoria, fue que le prohibió a Amanda, en adelante, hablar del tema. Es decir, de contar que creyó ver, en la playa, arrebatado entre el frío y el viento, a Jardán.
Se lo dijo Walter, con la firmeza de una orden. Mientras concluían, en la casa, el almuerzo rápido. Porque no tenía la menor intención de atender las fantasías de su esposa.
Prefería encarar la relajada aventura de la siesta.
Más tarde, mientras Walter dormía, para distraerse, Amanda lavó hasta los platos y cubiertos que no fueron utilizados desde el último verano. Repasó, infinitamente, la mesada.
Se sentó después, Asís, a leer. Para colmo, la revista “Noticias”. Frente al ventanal, desde donde podía advertir los movimientos de la calle de arena.
De pronto, Amanda percibió que se acercaba uno de esos vehículos utilitarios. De los que suelen andar entre los médanos. Los llamados “4 por 4”. Era negro, de cristales opacados.
Se inquietó aún más porque el vehículo se detuvo. Justamente, en la puerta de su casa. Amanda contempló que se bajaba, Asís, con lentitud, una ventanilla, la trasera. Y Jardán, indudablemente, la miraba. Con la intensidad que le producía el incierto terror. Sin embargo aparecía, ahora, aquel rictus que pasaba por sonrisa. Un mero estiramiento de labios. Pero como si le reclamara, a la buena vecina, algo semejante a la piedad. O sólo le demandaba un poco de comprensión. Mientras le hacía el expresivo gesto del silencio. Con la imagen popularizada en los hospitales. El dedo índice, vertical sobre la boca, y un leve soplido. Intrascendente y tácito. De inmediato, volvió a levantarse el cristal opaco de la ventanilla. Y la "4 por 4" se puso en marcha.
Agitada, Amanda amagó con despertar a su marido, para decírselo. Pero decidió, convenientemente, no decirle más nada. Temía que, por fantasiosa, la internaran. Decidió convivir, en adelante, con el secreto. Aunque mantuviera, íntimamente, el raciocinio bajo sospecha. El silencio, aparte, se imponía. Se lo había pedido un vecino. Afectuoso y temible, Ricardo Jardán. En una tarde fría de miércoles, del más desolado junio.

Jorge Asís
copyright by "Oximoron, el Blog",
permitida la reproducción

martes, 8 de enero de 2008

Penetraciones brasileñas

Merece, la venta de Esso, iniciar otra consagratoria miniserie.
Trátase de la Eastern Seabord Standard Oil, integrada a la Corporación ExxonMobil.
La extraordinaria liquidación fue encomendada al banco de inversión JP Morgan. Para la subasta se moviliza el plantel estable de empresarios argentinos. A los efectos de anotarse, al menos, en la “manifestación de interés”.
Asúmese el riesgo de anticipar el epílogo de la miniserie.
Los locales pueden disputar la competencia lateral. Por la categoría de socio doméstico de Petrobrás.

El Paquete

Al hablar de reestructuración, en general, alguien pierde. Queda afuera.
Para la venta de Esso, prefiere utilizarse, en cambio, el pretexto de la “reorganización”. Figura que atenúa la decisión empresaria, violentamente racional, de rajarse.
Primero la Esso. Después se irá la Shell.
“Reorganización” significa, traducido, que la Esso parte. Decide rematar los activos de Sudamérica. Región donde crece inquietantemente el fervor. Mientras declina la confiabilidad.
Los valores, por el paquete entero, se calculan en dos mil millones de dólares.
Amontonados en el paquete entran las filiales de Brasil, de Chile. Y la franquicia Argentina, que incluye las sucursales del Uruguay y Paraguay.

Si Petrobrás resulta comprador, como las Gargantas aseguran, de la Esso local, la transacción podrá ser políticamente tomada, en una lectura inicial, como otra derrota del superministro De Vido.
Es decir, de Kirchner, el Presidente R.E.
Por el primer chico, De Vido se impuso sobre Petrobrás. Fue en la anterior miniserie de Transener. Pudo evitar que Petrobrás vendiera las acciones de Transener al Fondo Eaton Park. Valores que Petrobrás debía obligatoriamente desprenderse, en virtud de la colonizadora adquisición anterior. De la Pecom.
Evócase el despliegue del gran combate jurídico, por el premio mayor de convertirse en socios de Marcelito Mindlin. Es el propietario de la otra mitad. Titular del Fondo Dolphin, devenido en Pampa.
Prefería Kirchner que Petrobrás, en virtual acuerdo con Marcelito, no le vendiera Transener al Fondo Eaton Park. En aquel fantástico acné de nacionalismo direccionado, Kirchner decidió que la mitad de Transener debía quedar para próceres de la Patria. Para la dupla de La Casa. El Combinado Nacional. Enarsa, junto a a la imbatible Electroingeniería.
Con el diseño imaginativamente jurídico de El Profesional, el doctor Dromi, aquel Combinado logró ganar la batalla contra el Fondo Eaton Park.
Por lo tanto, Mindlin ya no tiene otra alternativa que soportar, como socio, a Gerardo Luís Ferreira. Y con poder de fuego.
Crédito descubierto por el Portal, Ferreira es El Revolucionario. Al que suelen mezclársele los cables. En especial, durante los momentos tensos del apasionante reparto de glucolines.
Los socios, Ferreira y Mindlin, se dispensan una afectuosa desconfianza recíproca. Hipocresía compartida que anticipa nubarrones ideales para describir, en la primera de cambio, en el Portal.

Atribulaciones

A rodarse en magníficos escenarios, como Houston, Nueva York, y Río de Janeiro, la miniserie Esso tiene el éxito garantizado. Sin olvidar, claro, las escenas de Buenos Aires, en las oficinas de Maipú. Sede diplomática de Petrobrás. Aquí se asiste al dilema existencial del señor Carlos Fontes.
Trátase de El Brasileño Atribulado. Emerge como embajador de Petrobrás en la Argentina. Intenta reemplazar, desde hace un año, al incomparable Guimaraes, que pasó a la superior representación de Nueva York. Fontes, pobre, debe soportar los llamados, cotidianamente arrebatados, de Baratta, el escudero de De Vido.
En tristes tardes con llovizna, Fontes debe soportar hasta los llamados de Moreno. Para apretarlo.
De todos modos, los cholulos empresarios locales suelen considerarlo a Fontes como un funcionario de jerarquía. Con poder de decisión. Por lo tanto, lo cercan con invitaciones.
Pero Fontes, El Atribulado, apenas puede transmitir las inquietudes de los medialuneros. Hacia la central de Petrobrás, Río de Janeiro.

Para De Vido, cada vez es más difícil obstaculizar la penetración brasileña.
Cuesta abrirse. Imposible, para colmo, es evitarlo a través de la fraternal marroquinería bolivariana.
En la subasta, el JP Morgan no atiende, una lástima, sólo las pertenencias argentinas. Cotizadas en elementales 200 millones de dólares. Aunque trasciende que Mindlin, El Pampa, acaso para tomar distancias del pelotón, ofertó 325.
Hay 100 estaciones de servicio propias. Alrededor de 450 estaciones “franquiciadas”. Un estimable 12% del mercado local. La frutilla apetecible es la sofisticada refinería de Campana, que procesa 90 mil barriles diarios. Y las propinas del vecindario, Paraguay y Uruguay.
Pueden atreverse los presupuestos de cuatro o cinco rescatables empresarios nacionales. Seres que mantienen vinculaciones rotundas con el Cesarismo Conyugal.
Desfilan los infaltables Werthein, que desean entrometerse en cuestiones de energía. Y hasta Brito, el Banquero de la Espuma (de las garzas, de las rosas). Siempre cerca del Sol.
Incluso, don Francisco de Narváez, el severo caudillo popular. Aunque los pares suelen degradar, al caudillo, con patético entusiasmo.
“Sólo quiere salir en los diarios, de ser posible con el tatuaje”, lo fulmina un eventual competidor.
Para convertirse en el socio local de Petrobrás, el más aventajado, según nuestras fuentes, es el inflamado Marcelito Mindlin, El Pampa. Por la experiencia en Transener. Sobre todo, por la marcada eficacia de su lobbying con los americanos.
Quienes pueden aún disputarle la posición a Mindlin son los dos titanes de la Corporación América. Don Eurnekián y su escudero, Gutiérrez, El Flaco. Aunque la fuerza, políticamente principal, pueden generarla los cracks, los comprobados, del Combinado Oficial.
La dupla de Electroingeniería, orientada ideológicamente por Ferreira, El Revolucionario, El de los cables (mezclados), a la hora del reparto. Con Enarsa, donde otro cuadro, igualmente atribulado, recibe las instrucciones de De Vido. Es Exequiel Espinoza. El funcionario que suele deprimirse al comprobar el paso indiferente de las valijas. Pasan, orondas, las valijas, a su alrededor. Ni puede mirarlas de frente.
Para colmo, cuentan que el Combinado Nacional no logró retenerlo, como director técnico, a Roberto Dromi. El Profesional.
Mediante el Combinado es donde desea entrometerse PDVSA, la fuente del nacionalismo latinoamericano. Petróleos de Venezuela. Pero imaginar una asociación triunfal con los bolivarianos, es, desde Antonini, tan viable como una utopía.

Colonización inevitable

“Olvídese, la reorganización empresaria de la Esso es mundial”. Lo aclara, por teléfono, cierta Garganta de la Exxon. Desde Nueva York.
Si el Jefe se pone con los viáticos, el cronista decide desplazarse.
“La intención, Rocamora, es vender el conjunto. El pacote entero. No se trata de despachar activos por país”.

Improbablemente alcance, a esta altura, con Electroingeniería y Enarsa, para evitar la colonización brasileña.
Puestos a elegir, la Exxon, de lejos, va a preferir a Petrobrás. Nada que huela a PDVSA.
Aunque Petrobrás no tenga la menor intención de conflictuar con PDVSA. Y hasta explote, Petrobrás, filones petrolíferos en Irán. Sin baladronadas, ni sobreactuaciones.
Para colmo, en esta partida, se abrió el libro de pases. Y Dromi, El Profesional, estrella sigilosa de aquellos diabolizados noventa, ahora juega, según nuestras fuentes, para Petrobrás. Aventuras de la globalización.

Oberdán Rocamora

Continuará
Manténgase conectado.